Maldà, el pueblo y sus cultivos

El pueblo de Maldà es un municipio de la comarca del Urgell, situado al sur de esta comarca, dentro del valle del río Corb. La población de Maldà se dedica casi toda la población a la agricultura y la ganadería.

Tradicionalmente los hombres y mujeres de este territorio se habían sentido Segarra. Sin ir más lejos, en Maldà, entre los años 1925 y 1927 se publica, a iniciativa de Josep Iglesias, un quincenario titulado Segarra, que muestra a su cabecera, ramas de olivo.

¿Por qué los habitantes de estos pueblos se han sentido Segarra hasta hace escasas décadas? Pues por varias razones; por la morfología del terreno de la zona, caracterizada por sistemas de colinas y de hondonadas y de pequeños valles, por una conciencia histórica en este sentido; y debido a que el canal de Urgell no ha irrigado sus tierras o lo hace en algún caso de manera eventual.

El término de Maldà tiene una extensión de 31'62 km2, lo que de hecho en uno de los términos más grandes del valle del Corb. Este tamaño del término no puede explicarse al margen de la condición señorial de los pueblos de Maldà y Maldanell, y más en concreto, de la importancia estratégica de estos enclaves durante la alta Edad Media, cuando son posesión de los Cardona.

El término de Maldà linda por el norte con los términos de Sant Martí de Maldà y Belianes; por el sur, con los de Llorenç de Rocafort y los Omells de na Gaia; por el este, con los de Sant Martí de Maldà y Llorens, y por poniente, con los de Arbeca, Espluga Calva y los Omells de na Gaia. La extensión del término de Maldà es especialmente acusada hacia la sus bandas sur y occidental: esto explica que en el marco del vigoroso crecimiento agrario de la segunda mitad del siglo XVIII y de las décadas centrales del siglo XIX, cuando se roturan nuevas tierras para los cultivos, se (re)construyen "masos" en estas zonas: el mas de la Rata, el mas de les Comes, el mas del Puig, el mas del Vid, el mas del Setze, etc.

Por la parte meridional, el término de Maldà es muy accidentado. Por esta banda fluye el arroyo de Maldanell, que nace a los pies de la sierra del Tallat, en Rocallaura, y que confluye con el río Corb en la partida de Els Prats de Maldà; un lugar cultivado seguramente desde muy antiguo por cuanto este topónimo ya aparece en la documentación más antigua relativa a Maldà, de los siglos XI y XII.

Es también en esta parte del término donde se encuentran las mejores tierras de cultivo. El carácter montañoso que tienen estas partes de Maldà contrasta con la llanura urgellenca que se inicia un poco más abajo del término Maldà, en el término de Belianes. Este contraste, muy acusado, que explica la importancia que tuvieron en su momento el castillo y lugar de Maldà, es lo que ha hecho por otra parte que se haya querido ver la frontera natural entre la Segarra y el Urgell. Tal como pone de relieve esta grácil composición del poeta maldanense Iglesias Guizard:

 En el llano tengo medio corazón,
 y otro medio en la montaña;
 con un ojo miro el Urgel
 y con el otro ojo en la Segarra.
 Virgen Santa, qué enredo ... ¡

Tradición olivarera y oleícola

Ya el Barón de Maldà, Rafael de Amat de Cortada y de Sanjust, en la primera de las visitas que hace a Maldà, durante la segunda mitad del s. XVIII, dice que desde el castillo de la villa y acotando hacia Arbeca, sólo divisa olivos y más olivos. De hecho, este cultivo, la viña y los cereales han conformado la trilogía tradicional de la agricultura de estas tierras. En esta agricultura, el cultivo del olivo ha tenido una incidencia muy importante.

Tanto es así que la gente hasta ahora mismo del cosechar aceitunas ha llamado "cosechar" por antonomasia: "ahora viene el cosechar", "que cosechas ya?". La variedad de aceituna de Maldà y de los pueblos del entorno es la arbequina. Así se refería el poeta y propietario establecido en Maldà José Iglesias y Guizard a Corrandes Segarra:

 Cuando te dije: Yo te quiero ...
 vas trasmudar el color,
 como una aceituna arbequina
 cuando de verde, se vuelve de oro.

La recolecta de las aceitunas ahora comienza en noviembre. Sin embargo, décadas atrás no era raro que esta cosecha comenzara hasta entrado en diciembre. Sea como sea, hay que tener en cuenta que este trabajo ha sido siempre muy condicionada por las condiciones meteorológicas:

 Las canciones para allá Diciembre
 me llegan al fondo del corazón,
 y es porque pisan la oliva
 y llora lágrimas de oro.

Desde el principio del funcionamiento del Sindicato Agrícola de Maldà, antecedente de la actual Cooperativa, han sido agricultores y propietarios quienes han llevado sus aceitunas al molino.

Hasta hace pocos años, lo hacían una vez habían limpiado el fruto con el tradicional pasador. Ahora una máquina moderna limpieza y pesa las aceitunas que le son descargadas a raudales. Antes de la instalación de esta tecnología, los agricultores tenían especial cuidado en que no haya aglomeraciones de aceitunas, a fin de que salgan aceites más finos, como decía, en diciembre de 1932, el corresponsal de La Vanguardia que se hacía eco de que el Sindicato de Maldà estrenaba unas nuevas instalaciones oleícolas. Este año, a fin de que no se agolparan los sacos de aceitunas al molino, la junta avisa a cada propietario cuando le corresponde llevar al Sindicato las aceitunas que le toca para el día o días señalados.

Queremos ahora hacer memoria de dos costumbres que se habían desarrollado en torno a las aceitunas y del aceite. El primero de estos es hacer la "rosta". Esta costumbre ocurría las noches de invierno, cuando grupos de campesinos se reunían en el molino de aceite, para comer rebanadas de pan untadas con aceite nuevo del exprimido de los capachos. Estas rebanadas untadas generosamente de aceite nuevo se llamaban "rostes": la clásica rosta o sea un trozo de pan con mucho aceite virgen y frito en la sartén. La rosta si la hacen en casa no es tan buena. Al borde de la perola del molino, a la lumbre y mirando como lagrimean de aceite virgen los "capachos", tiene un sabor especial, que pide volver ... con esta gracilidad rústica vuelve a referirse a esta costumbre el referido poeta de la Segarra, pubill de Cal Capdevila de Maldà:

 Ven en el saco de las aceitunas,
 que te quiero mujer un puñado,
 y luego hacia el molino
 que zamparse una rosta.

La otra costumbre a que queríamos hacer referencia es el "hacer lunas". Como apuntaba hace pocos años Josep Farré, de la vecina localidad de Sant Martí de Maldà, "hacer lunas" consiste en sacar de casa un objeto u objetos de valor, y venderlo a escondidas del cabeza de familia. No dinero, porque estaban controlados y escondidos, pero si los frutos del campo. Esto son: almendras, aceitunas, cebada ... siempre en pequeñas cantidades que no se notara. Quien hacía la luna, lo vendía y ya tenía unas cuantas pesetas ... Como no podía ser de otro modo, Iglesias Guizard, que recrea en poesía y en teatro buena parte del folclore de estas tierras, también alude esta costumbre. Y lo hace con el poema Aceitunas y lunas:

 Tiempo de aceitunas,
 tiempo de bolsa
 que se hincha como vela el viento
 tiempo de aceitunas, tiempo de luna
 que siempre va en cuarto creciente ....

Joaquim Capdevila i Capdevila